martes, 3 de febrero de 2009




Historia de la teoría en restauración de monumentos.

Si bien existen experiencias como la realizada por Giovanni Poleni en el siglo XVIII en la cúpula de San Pedro en Roma y las intervenciones de conservación en el Coliseo de Roma por Valadier y Stern, se considera a Viollet-le-Duc como el primero en sistematizar y plantear objetivos claros en restauración. Eugène Viollet-le-Duc (París, 27 de enero de 1814 - Lausana, 17 de septiembre de 1879), intenta sistematizar los criterios y la acción de la restauración en estilo como método eficaz de recuperar la forma de los monumentos del pasado.

Para Viollet “Restaurar un edificio no significaba conservarlo, repararlo o rehacerlo, sino obtener su completa forma prístina, incluso aunque nunca hubiera sido así”. Los criterios presentados por la restauración de estilo de le-Duc fueron desechados por no transmitir los valores de antigüedad y de documento histórico; aunque estas ideas nos pueden parecer bastante drásticas deben ser entendidas de acuerdo su momento histórico.

La verdadera aportación de le-Duc, es la investigación profunda necesaria para llevar a cabo un proyecto de restauración y el enfoque que desde la creación arquitectónica se le da a la restauración. Es a partir este momento en donde la restauración se plantea como una disciplina crítica y se desarrollan posiciones sobre las cuales debatir.

Frente a los planteamientos de le-Duc, John Ruskin (Londres, 1819 - Brantwood, 1900) propone el respeto integral y completo del monumento, considera que cualquier intervención que se haga afectará la esencia de su autenticidad. Plantea el aspecto moral de aceptar el deterioro de los monumentos como parte de su historia y aceptar que la “última hora” del monumento llegará, por lo cual debemos asegurar que “ninguna sustitución deshonorable y falsa lo prive de los deberes fúnebres del recuerdo”

Estos criterios han perdurado a través de la evolución de la disciplina de la Restauración siendo la base de la escuela italiana, las palabras de Ruskin son siempre una advertencia ante la posibilidad de desvirtuar los monumentos, si bien sus planteamientos pueden parecer en extremo románticos, sus consideraciones sobre el mantenimiento y conservación se mantienen vigentes; “cuidad de vuestros monumentos y no tendréis necesidad de restaurarlos....” lo cual es el fundamento de la conservación preventiva.

La transformación total del monumento negando su carácter de documento histórico o la postura romántica de dejar morir nuestros edificios nos sitúan en una encrucijada difícil, ¿hacer algo o no hacer nada? Ante esta disyuntiva Camilo Boito (Roma 30 de octubre 1836 - Milán 28 de junio 1914) plantea lo que para la disciplina moderna de la restauración son los pilares fundamentales: la mínima intervención y la notoriedad clara de la arquitectura nueva en edificios históricos.

Las teorías de Boito aunque están sustentadas en el respeto íntegro del monumento como documento histórico y en el respeto a la imagen de antigüedad postulada por Ruskin como criterio fundamental, permite realizar intervenciones nuevas, siempre y cuando sean estrictamente necesarias como soluciones estructurales.

Boito, como bien explica Capitel, 1988, establece los fundamentos de una nueva sensibilidad moderna capaz de conservar los monumentos, sin realizar falsas reconstrucciones y asegurando “la distinción estilística sobre la arquitectura histórica”. Es un punto de encuentro entre el destino fúnebre dictado por Ruskin, y las adulteraciones estilísticas propuestas por le-Duc.

La restauración científica de Boito, como teoría, se aplica de diferentes maneras y que parecieran estar de acuerdo a la lejanía en el tiempo del monumento a restaurar:

Restauración arqueológica. Se trata de aquella aplicada a una ruina antigua en ella primará la conservación de las características arqueológicas en donde la recuperación formal o volumétrica del monumento no está admitida, y solo se permite la consolidación mínima y notoria.

Restauración pictórica aplicada en edificios medievales y que mantiene las características pintorescas del monumento.

Restauración arquitectónica, se enfoca en los valores formales y compositivas, busca la unidad formal.

Vemos pues que en la restauración científica no existe una unidad de criterio, mas bien existen diferentes consideraciones sobre como intervenir en la restauración de monumentos.

La restauración científica establece criterios fundamentales que los restauradores pueden utilizar a la hora de intervenir un monumento pero en ningún caso podemos pensar que son criterios inmutables y libres de contradicciones.

De la restauración científica parten teorías de la escuela italiana que llevan los criterios de restauración planteados por Boito a la escala urbana. Gustavo Giovanonni planteo la conservación de los centros urbanos como contenedores de monumentos relacionados con su entorno e interrelacionados históricamente. Cesare Brandi finalmente esquematiza de forma rigurosa los diferentes aspectos permitidos o no en la restauración, su Teoría de la Restauración, aunque un poco confusa en su interpretación, es un referente indiscutible en la restauración contemporánea.

¿Qué es restaurar?

Para terminar y ampliando un poco la definición de Brandi (Cesare Brandi (Siena, 8 de abril de 1906- Vignano, 19 de enero de 1988), podríamos decir que Restauración es un proceso de aprendizaje y proyección, de redefinición constante, que apoyado en un método de investigación crítico y de acuerdo a una situación cultural determinada, encuentra, valora y transmite los valores de una obra hacia el futuro.

El reto actual de la teoría de la restauración es definir criterios sobre la intervención en edificios de nuestro pasado reciente, por ejemplo el movimiento moderno, seguro que de las nuevas reflexiones llevadas a cabo al conservar y restaurar la arquitectura de historia reciente encontraremos nuevas encrucijadas y redefiniciones de la disciplina.

En cualquier caso lo que sí está pendiente es vincular o reconciliar a la ciencia de la restauración con la arquitectura, desmitificarla y evitar que sea vista, como muy bien menciona Capitel, como un “gheto cultural de los académicos” .

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